La luz natural no es suficiente, se necesita para llevar a cabo el peregrinaje una luz extrasensorial, de alcance y calidez orientados al alma, mas no a su frágil envoltura. La Luz y la Voz auténticas se elevan sobre las falsas luminosidades y los ruidos ensordecedores, carentes del toque divino y que violentan la paz y armonía del hombre. De este modo, Mamani se propone abordar, desde versos diáfanos, con afán de transparencia, la eterna dualidad entre el bien y el mal, y la eterna lucha del hombre como agente y portador de dicha dualidad. La voz que articula los textos de La luz del camino busca convertirse en el guardián, el preservador de su propia experiencia religiosa.
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